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domingo, 7 de febrero de 2010

23.- UN DIA IMPORTANTE EN MI VIDA

Entre Enrique Bayarri y yo, a pesar de la discrepancia en nuestras posiciones políticas, se estableció una noble amistad a raíz de que, careciendo yo de experiencia teatral, me adjudicara el papel protagonista en “La venganza de don Mendo”, que representamos en 1948. Cuando después, en 1951, sin yo desearlo, fui nombrado Jefe local del Movimiento, Bayarri me animó constantemente, para que consiguiese la Alcaldía, lo que sucedió en 1955.


Pudo ser sobre 1959 o 1960 cuando, coincidiendo ambos en el autobús, me refirió que la noche anterior, en la Sociedad ABC, alguien dijo que yo, con la pavimentación de las calles, me estaba haciendo rico, a lo que él opuso que bien merecido lo tenía porque estaba transformando el pueblo, después de tantos años sin que ningún Alcalde hubiera hecho prácticamente nada. Rechacé el argumento de Bayarri; le dije que en todo lo que el Ayuntamiento había hecho y estaba haciendo, yo no ganaba nada, que todos mas ingresos como Alcalde era una modesta cantidad mensual como gastos de representación de la que solo venía a quedarme una pequeña parte. Bayarri insistió: Déjate estar ¿qué más quieren?


Llegados a Valencia nos separamos, cada uno a lo suyo y en toda la mañana no se me fueron de la cabeza las palabras de Enrique. Pensé que estaba trabajando como un negro, no solo como Alcalde, también a veces como Secretario o Interventor, y siempre como vigilante de las obras, mientras amigos míos ganaban mucho construyendo viviendas o naves o en el comercio de solares y yo lo que conseguía era que todos creyeran que estaba acumulando riquezas, lo que unos consideran justo y otros no. Pasaba el tiempo, y yo sin ganar un duro mientras veía descender los ahorros de mi juventud.


A la vuelta de Valencia, bajé en la Plaza Nueva, entré en Banesto, pregunté por el Director, no estaba en el bar tomando café como es corriente; estaba en el despacho, además sin visita, entré y me senté frente a Cortés. Dime, Porcar. Oye, Cortés, ¿Banesto me concedería una póliza de crédito?


Cortés tenía fama de muy riguroso en estas cuestiones. No era un director alegre; era lo que algunos llamaban muy tacaño o, al menos, un hueso. Me respondió: Es posible; ¿para qué lo quieres? Le expuse mi proyecto: A consecuencia de las dos guerras, la nuestra y la mundial se habían arrancado muchos huertos de naranjos; teníamos que comer boniatos; terminado el cerco al que habíamos sido sometidos, se normalizaban nuestras relaciones comerciales con el exterior, las naranjas volverían a tener precio; era el momento de comprar tierras y plantarlas nuevamente de naranjos. Le pareció buena la idea y me preguntó la cuantía de la póliza. Creo recordar que le hablé de 300.000 pesetas; le añadí que esas operaciones, mientras yo fuese Alcalde, no se harían en el término de Catarroja; no quería que nadie relacionase dos cosas que nada tenían que ver entre sí y porque, además, en Aldaya, Alacuás y Torrente había tierras iguales o superiores a las de Catarroja y bastante más baratas. Todo le pareció bien. Creí necesario advertirle que yo tenía hecha alguna operación de esta clase en Villarreal y Bechí, pero no tenía nada en Catarroja, pues la casa en que vivía era de mi suegro. Me preguntó entonces si el Ayuntamiento había contraído algún empréstito. No, ninguno, estamos aún amortizando el del mercado, cuando la Dictadura, pero la cuota es pequeña. ¿Habéis subido mucho los arbitrios? Tampoco, muchos están como estaban y los que han subido lo han sido por debajo de la inflación. Entonces quiero que me descifres este misterio; aquí tiene el Ayuntamiento su única cuenta corriente en la que nunca hubo, cuando lo había, ningún saldo apreciable, y no se hacían obras. Ahora sí, ahora se están haciendo muchas obras y aquí hay saldos muy sustanciosos, no habéis contraído deudas ni subido los ingresos. ¿Cual es el secreto? Simplemente, la forma de administrar. Los ingresos han subido, lo que no han subido son las tarifas, pero ahora tenemos ingresos que antes se perdían. En cuanto a gastos, hoy se gasta más, pero a precios mucho más reducidos. Antes pagaba el Ayuntamiento con muchos meses de retraso. Al contado solo cobraban los empleados; hoy cobran al contado todos, repito, todos, sin excepción y a algunos contratistas del adoquinado, les vamos pagando a cuenta según van haciendo la obra. Las facturas no se pagan a ciegas, se examinan y cuando es necesario se discuten. No aseguro que alguna vez no nos metan algo de matute, pero creo que no, no es nada fácil. Estoy convencido de que todos prefieren cobrar lo justo enseguida, que no añadir suplementos para después tener que pagar comisiones, sin saber nunca cuando van a cobrar.


Final de la conversación: Cortés, tan duro, tan hueso según muchos, me dijo: Pues si una persona administra así lo que es del pueblo, no administrará mal lo suyo; la cantidad que me pides entra dentro de mis atribuciones. Cuenta con ella.


Compramos, un campo, que vendimos un año después plantado de naranjos en Alacuás; con mis ganancias me pude comprar lo que tantos ya tenían: un coche. El mío era un Citroen 2 caballos de enésima mano.

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